AVISO...

BIENVENIDOS A ESTE ESPACIO DE REFLEXION PEDAGOGICA

jueves, 24 de marzo de 2011

La reforma (im) posible



Un articulo de Oscar Picardo...

opicardo@iseade.edu.sv


El estar en contacto con nuestras escuelas públicas, a través de diversos proyectos de apoyo, asistencia técnica, cooperación e investigación nos aporta las pautas suficientes para plantear los tres retos más importantes y básicos, sin los cuales no podemos avanzar hacia otros horizontes “mínimos” de calidad. Estos puntos son: ambiente escolar, dignificación y profesionalización de la docencia y tiempo pleno escolar.

Ambiente escolar: No es posible enseñar y aprender en entornos sucios, desordenados, en donde la infraestructura está deteriorada; en donde no hay materiales de limpieza, y en donde, además, muchos estudiantes y docentes tienen que barrer, trapear y además dedicarse a enseñar y aprender; y esto es una realidad en muchas de nuestras escuelas rurales y urbano-marginales; lo he visto, y lo sigo viendo. ¿Quién va a querer permanecer once años en el sistema educativo cuando los baños dan asco...?

Dignificación y profesionalización de la docencia: Para sobrevivir, un docente tiene que preparar clases, dar clases y evaluar trabajos y tareas, en al menos dos o tres turnos; el salario de los docentes no es digno y adecuado a su responsabilidad; es más, muchos docentes tienen que recorrer largas distancias en entornos inseguros; por otra parte, no tienen tiempo ni recursos para actualizarse. ¿Qué y cómo están enseñando? Pero falta analizar la otra cara de la moneda: ¿Cómo evaluamos y garantizamos la eficiencia y calidad de los servicios docentes? Está muy bien haber luchado y logrado los derechos y garantías de estabilidad laboral, pero esto es una parte de la historia, falta luchar por los derechos de los estudiantes a una educación de calidad. ¿Quién asume este compromiso?

Tiempo pleno escolar: La escuela fractal y fragmentada creada por la vorágine de la cobertura en América Latina antepuso la escolaridad a la calidad; hoy en casi todos los países pagamos los platos rotos de un sistema escolar dual, el de la mañana y el de la tarde, y con docentes que tienen dos trabajos el matutino y el vespertino (y hasta el nocturno), o a veces en la escuela pública y en la privada.

Por fin nos damos cuenta de que una escuela a medias genera una educación a medias, cuyos resultados los vemos en las pruebas estandarizadas. ¿Qué pueden hacer los niños (as) y jóvenes de hogares pobres y excluidos con tanto tiempo para el ocio, en cuyos hogares ambos padres trabajan o han emigrado?; ¿qué opciones hay en Apopa, Soyapango o Morazán para el esparcimiento?; la respuesta es fácil: las pandillas.

Más allá del Plan Nacional Educativo 2021 o del Plan Social y Educativo Vamos a la Escuela, si no enfrentamos con seriedad, determinación, financiamiento y voluntad política estos tres retos, seguiremos naufragando, mal gastando los recursos del Estado, obteniendo los mismos resultados en las pruebas nacionales e internacionales, y colaborando con la frustración silente de nuestros docentes, niños (as), jóvenes y padres de familia.

Necesitamos un sistema educativo público en el cual las autoridades crean en su eficacia y puedan enviar a sus hijos con orgullo a estudiar allí, ¿o acaso algún funcionario público de nivel Directivo y Ministerial tiene a sus hijos en alguna escuela del Estado?

No podemos continuar antagonizando a la sociedad desde la educación, a través de un modelo con una brecha tan marcada como la nuestra: escuelas paupérrimas, sucias, fragmentadas, deterioradas y con gente desmotivada, frente a colegios limpios, con programas extracurriculares, ordenados, eficientes, con liderazgo y un proyecto educativo.

Necesitamos un marco de largo plazo basado en un acuerdo con principios no negociables para los gobiernos de turno; es decir, políticas de Estado, consensuadas y financiadas con un presupuesto coherente, con buena cantidad y calidad de inversión.